El Evangelio de Bernabé
(Fragmento italiano)
1. En el momento en que los
judíos se preparaban para ir a capturar en el huerto de los Olivos a Jesús,
éste fue arrebatado al tercer cielo.
2. Porque no morirá hasta el fin
del mundo, y se crucificó a Judas en su lugar.
3. Dios permitió que el discípulo
traidor pareciese a los judíos hasta tal punto semejante en su rostro a Jesús,
que lo tomasen por él, y que, como a tal, lo entregasen a Pilatos.
4. Aquella semejanza era tamaña,
que la misma Virgen María y los mismos apóstoles fueron engañados por ella.
5. Y, el día en que se publicó el
decreto del Gran Sacerdote, la Virgen María volvió a Jerusalén con Jacobo, con
Juan y conmigo.
6. Y, temerosa de Dios, y aun
sabiendo que el decreto del Gran Sacerdote era injusto, ordenó a los que
residían con ella que olvidasen a su Hijo, profeta tan santo, y muerto, sin
embargo, con tanta ignominia.
7. Mas Dios, que conoce lo que
pasa en el corazón de los hombres, comprendía que estábamos abrumados de dolor,
a causa de la muerte de Judas, la cual mirábamos como la de Jesús mismo,
nuestro maestro, y que experimentábamos el más vivo deseo de verlo, después de
su resurrección.
8. He aquí por qué los ángeles
que guardaban a la Virgen María subieron al tercer cielo, en que Jesús estaba
acompañado de sus ángeles, y lo enteraron de lo que ocurría.
9. Entonces Jesús pidió a Dios
que le diese medios de ver a su madre y a sus discípulos.
10. Y Dios, lleno de misericordia,
ordenó a cuatro de sus ángeles más queridos, Gabriel, Miguel, Rafael y Uriel,
que llevasen a Jesús a la casa de su madre, y que lo guardasen allí durante
tres días consecutivos, no dejándolo ver por más personas que por las que
creyesen en su doctrina.
11. Y Jesús, rodeado de
esplendor, llegó a la habitación en que estaba la Virgen María, con sus dos
hermanas, y Marta con María Magdalena, y Lázaro conmigo, y Juan con Jacobo y
con Pedro. Y, al verlo, fuimos presa de tal pavor, que caímos todos al suelo como
muertos.
12. Mas Jesús, levantando a su
madre y a sus discípulos, dijo: No temáis, ni lloréis, porque vivo estoy, y no
difunto, como habéis creído.
13. Y cada cual permaneció largo
tiempo como fuera de sí, ante el asombro de ver a Jesús, a quien juzgaban
muerto.
14. Y, con grandes gemidos, la
Virgen exclamó: Te ruego, hijo mío, que me digas por qué, habiéndote dado Dios
el poder de resucitar a los muertos, has sufrido la muerte tú, con gran
vergüenza para tus parientes y para tus amigos, y con gran oprobio para tu doctrina,
de suerte que todos los que te aman están como heridos de estupor y de agonía.
15. Mas Jesús, abrazando a su
madre, repuso: Puedes creerme, madre mía, cuando afirmo que nunca he muerto, y
que Dios me ha reservado hasta el fin del mundo.
16. Y, habiendo hablado así,
ordenó a los cuatro ángeles que se dejasen ver, y que diesen testimonio del
modo como las cosas habían ocurrido.
17. Y los ángeles aparecieron
como cuatro soles deslumbrantes, y de nuevo todos los asistentes, presa de
pavor, cayeron como muertos.
18. Entonces Jesús dio cuatro
velos a los ángeles para que se cubriesen, y para que, de esta manera, su madre
y sus discípulos pudiesen soportar su aspecto, y oírlos hablar.
19. Y, animándolos a ello, dijo:
He aquí a los ministros de Dios. Gabriel anuncia los secretos divinos. Miguel
combate a los enemigos del Altísimo. Rafael recibe las almas de los muertos.
Uriel, en el último día, llamará a juicio a todos los hombres.
20. Y los ángeles contaron a la
Virgen lo que Dios les había mandado, y cómo Judas había sufrido una
transformación para que sufriese la pena que había querido infligir a otro.
21. Y yo, Bernabé, dije a Jesús:
¿Me permitirás, oh maestro, dirigirte una pregunta, como cuando habitabas entre
nosotros?
22. Y Jesús repuso: Pregunta, Bernabé,
todo lo que quieras, y te responderé.
23. Y yo inquirí: Maestro, puesto
que Dios es misericordioso, ¿por qué nos ha atormentado así, y por qué ha
consentido que creyésemos que había muerto, mientras tu madre te lloraba hasta
el punto de hallarse muy cerca de morir también? Y a ti, que eres el Santo de
Dios, ¿cómo éste te ha dejado expuesto a la infamia de morir sobre el Calvario,
entre dos ladrones?
24. Y Jesús contestó: Créeme,
Bernabé. Siendo Dios la pureza misma, no puede ver en sus servidores la menor
falta, que no castigue severamente. Y, como mi madre y mis discípulos me amaban
con un afecto demasiado terrestre y humano, Dios, que es justo, ha querido
castigar este afecto en el mundo mismo, y no hacerlo expiar por las llamas del
infierno. Aunque yo hubiese llevado en la tierra una vida inocente, no
obstante, como los hombres me habían llamado Dios e Hijo de Dios, mi Padre, no
queriendo que fuese, en el día del juicio, un objeto de burla para los
demonios, prefirió que fuese en el mundo un objeto de afrenta por la muerte de
Judas en la cruz, y que todos quedasen persuadidos de que yo había sufrido este
suplicio infamante. Y esa afrenta durará hasta la muerte de Mahoma, que, cuando
venga al mundo, sacará de semejante error a todos los que creen en la ley de
Dios.
Siglo Venidero